¡Que tributo muchachos!

UMMAGUMMA, la única banda argentina que hace real tributo a PINK FLOYD, sigue dejando en claro a través de la contundencia de sus once integrantes, que cada vez suenan mejor. Una noche para no olvidar en donde se navegó por un mundo totalmente psicodélico.
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Mientras el humo proveniente del escenario va cubriendo a los casi mil presentes que están sentados en sus butacas en el medio de la oscuridad, los poderosos sonidos del teclado y la guitarra empiezan a coquetear con los primeros acordes de la magnífica "Shine on you crazy diamond". No tardan en acoplarse el bajo y la batería, que sonaron igual de aceitados. Luego es el turno de la inclusión de las incomparables voces de Jorge Marchini y Ariel Moscatelli, realmente muy parecidas a las originales en PINK FLOYD. Con éstas características, se empezó a crear un clima que no permitió por un solo segundo que los cerebros de los espectadores dejaran de volar con la imaginación por los ambientes más extraños.

La esperada cita fue en el teatro que posee el Colegio La Salle, en donde la acústica no falló y la gente se sintió como en su casa. Ellos se hacen llamar UMMAGUMMA y son un verdadero grupo; no sólo porque sus once integrantes le aportan al producto final matices de los más interesantes, sino porque se entienden a la perfección a pesar de la ardua tarea que se propusieron cumplir. Desde 1998, realizan un verdadero tributo a Floyd, recreando su puesta en escena, igualando su sonido e imitando su psicodelia.

Al ser tantos, los músicos suben y bajan permanentemente del escenario, pero la potencia permanece inmutable. En una pantalla redonda desfilan imágenes relacionadas con el grupo británico, y las luces giran todo el tiempo como si estuvieran fuera de órbita. El tema "Hey you" desata una merecida ovación; Moscatelli canta compenetrado al tiempo que extrae la típica melodía de su teclado, dos de las tres coristas acompañan la voz principal, Juan Verta deja escapar un solo penetrante de su guitarra y desde la pantalla salen imágenes desgarradoras sobre peleas, incendios y rebeliones. La mayor parte de los presentes cierra los ojos, aprovechan, y se dejan llevar hacia quién sabe dónde.

Luego de un intervalo el show llega a su máximo esplendor y toma su forma definitiva. Tras diez minutos con "Dogs", llegarían tres incansables éxitos del (para muchos) mejor disco de la historia del rock: The Dark Side Of The Moon. El primero fue "Time", para el que subió por primera vez en la noche el percusionista Lucas Hernández, dándole matices emocionantes a la canción. Casi sin respiro llegó "The great gig in the sky", interpretada con devoción religiosa por la corista Valeria García, quien recibió los aplausos más fuertes y extendidos de la velada. Por último sonó "Money", con saxo incluido, y en la que la banda se animó a mechar una improvisación propia con estilo reggae.

Sin que se noten las casi tres horas que había durado el show, ameno e inolvidable, el final parecía venir de la mano del rompecabezas "Eclipse". Pero después de muchos agradecimientos y de la presentación de cada uno de los integrantes de UMMAGUMMA, llegó el plato fuerte: con una potencia similar a la de cerebros de Pink Floyd como Roger Waters o David Gilmour, la primera y segunda parte de "Another brick in the wall" unidas entre sí por "The happiest days of our lives" produjo piel de gallina a lo largo y a lo ancho del teatro.

Para promediar la actuación, luces destellantes sincronizadas con el lamento de la viola hicieron de introducción para "Comfortably numb". Y cuando los músicos se quisieron acordar, la gente ya estaba de pie aplaudiendo hasta enrojecer sus manos. Culminaba así una noche de mucha carga emocional en donde se navegó por lugares como la ciencia ficción, la locura, el miedo, la alineación y la soledad; todo en un marco de una espléndida reproducción artística.

Otra clara demostración del nivel de la banda que lleva a Pink Floyd en sus venas. El próximo encuentro será recién el 8 de noviembre en el Auditorio Belgrano, con sonido cuadrafónico y rayos láser. Los once se abrazan y se despiden de su correcto público, pero dejando una vez más, otro ladrillo en la pared de su sólido futuro.

Nacho Girón (Redacción de Generación Músicos)