En un show de tres horas y media, con buen despliegue escénico y frente a un mar de casi setenta mil personas, la banda de El Palomar presentó “Máquina De Sangre”, su nuevo disco. Aunque la noche terminó siendo positiva, hubo varios problemas técnicos que dejaron con bronca a más de uno.
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Era sin dudas el ritual piojoso más multitudinario desde la formación de la banda en 1988. Casi setenta mil almas se habían apoderado de un River Plate que desbordaba pasión. Pero si bien todos saltaron y alentaron hasta el final, el show sufrió momentos de varios problemas técnicos, lo cual frenó la energía de la gente y dejó con ganas a más de uno.
Las enormes filas para ingresar habían comenzado a las 15 hs., cuando el sol todavía pegaba con la misma intensidad que en el Desierto del Sahara. Los alrededores del estadio estaban colmados de jóvenes marca topper de lona sucias-remera de los piojos-transpiración, que, o se ubicaban al final de las largas colas, o buscaban un buen lugar para meterse de apuro. Por suerte no hubo problemas, tampoco hubo policías, y lo cierto es que cuando la banda de El Palomar salió casi de repente para tocar “Motumbo”, todavía seguía ingresando público.
Durante la primera mitad del espectáculo sonaron temas de todas las épocas. Desde los más viejos y siempre coreados como “Desde lejos no se ve”, “Ay ay ay”, “Tan solo” y “Maradó”, hasta los nuevos, pertenecientes a “Máquina De Sangre”, el disco que sirvió de excusa para convocar a tanta gente. Justamente de esta última producción discográfica llegó “Amor de perros” y con él MIMI MAURA, la cantante puertorriqueña que cada día se acerca más al rock. CIRO –alucinado por el sueño hecho realidad y por otros condimentos- entonó luego “Dientes de cordero”, canción que refleja la inestabilidad del país, mientras en la pantalla gigante ubicada sobre el escenario, se proyectaban las duras imágenes sobre el 19 y 20 de diciembre de dos veranos atrás.
¡Qué problema! ¿No?
Hasta ese entonces las cosas funcionaban bien. El estadio se caía abajo con cada tema y todo era ovacionado en señal de aceptación. Sin embargo, cuando la agrupación se dispuso a tocar una seguidilla de canciones del nuevo álbum, surgieron los inconvenientes. Entre “Fantasma” y “Guadalupe” pasaron varios minutos en el medio, algunos acoples y bastantes silbidos, e inclusive hubo que esperar un tiempo considerable para poder apreciar el gran estreno de la noche. Ese estreno fue el video de “Como Alí”,, que sonó realmente bajo y solo pudo ser disfrutado en plenitud cuando LOS PIOJOS lo interpretaron tras el clip, aún intentando superar varios defectos.
De todas formas la gente, en su mayoría dispuesta a aceptar los problemas que nacían en el camino, no dejó de festejar y entendió el esfuerzo que realizaron muchas personas para que el show viera la luz. Es verdad, hubo muchos comentarios negativos en la lenta peregrinación de retorno, pero la sensación general fue de entendimiento.
Finale
No faltó el momento ideal para la emoción, con encendedores generalizados por todo River, gracias a la voz de MICKY RODRIGUEZ en “Fijate”, y la de CIRO en la desgarradora “Muy despacito” y en “Canción de cuna”, con violín incluido y junto a los hijos de los músicos, quienes hicieron un coro plagado de ternura.
Luego, empezaron los amagues del fin, aunque la banda terminó tocando casi una hora más. Desfilaron los dos últimos de “Máquina De Sangre” –diez fueron en total los que sonaron de dicha placa-, “Sudestada” y “Al desierto”, y también llegaron los clásicos ideales para el pogo como “Chac tu chac” –con PABLO GUERRA, ex piojo, en la viola-, “Llévatelo”, “Vine hasta aquí”, “Zapato de gamuza azul” y el final definitivo con “El balneario de los doctores crotos”, tema que contó con murgas de distintos barrios como invitadas.
Mientras sonaba “Finale”, los cinco integrantes hacían la mítica lectura de las banderas presentes, aunque no de todas, ya que la cantidad superaba todo intento humano. Y por último, la noche concluyó con varios minutos de incesantes fuegos artificiales.
“Nos acostumbraron a llenar Arpegios, nos acostumbraron a llenar Obras, tocamos en Atlanta, en el Luna Park, y ahora ¿nos van a acostumbrar a llenar River?”, preguntó CIRO a su gente. Solo el tiempo lo dirá...
LOS PIOJOS pudieron. Llenaron el estadio más grande de Argentina, endulzaron el oído de los presentes con potentes solos de armónica, teclados y guitarra, presentaron un disco y aprendieron a lidiar con imprevistos.
Nacho Girón (Redacción de El Acople)
Los dos músicos -de larga trayectoria en el rock nacional- y un ensamble polifónico se presentarán el viernes 19 de diciembre en el teatro Gran Rex, por primera vez juntos en Capital Federal.
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Muchos son los músicos que desde los comienzos de nuestro rock reman y reman sobre una balsa que no naufragó. Ellos son los que, sólo con algunos acordes y mucha pasión, han desplegado un abanico de posibilidades artísticas en Argentina. ¿Quién olvidará las bandas por las que ha pasado CHARLY GARCIA, o la mágica lírica del "FLACO" SPINETTA, o la solvencia de PEDRO AZNAR, o la incorruptible voz de DAVID LEBON? Es justamente esa generación de rockeros la que sigue sorprendiendo al viejo y nuevo público con regalos cada vez más descabellados.
Un buen ejemplo es el show que darán LEBON y AZNAR en el Teatro Gran Rex. La cita será el viernes 19 de diciembre e incluirá, como particularidad, un ensamble polifónico. La ocasional agrupación planea repetir el éxito logrado en 2001, cuando la idea fue puesta en marcha en Mendoza, junto con la Filarmónica Provincial.
En exclusivo para EL ACOPLE, DAVID LEBON habló sobre el show del día 19 y dijo: "Creo que la gente se merece lo mejor y eso es lo que trataré de hacer".
Las entradas están desde $15 y ya pueden adquirirse directamente en el Gran Rex (corrientes 857) todos los días de 10 a 22hs.
Nacho Girón (Redacción de El Acople)
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Muchos son los músicos que desde los comienzos de nuestro rock reman y reman sobre una balsa que no naufragó. Ellos son los que, sólo con algunos acordes y mucha pasión, han desplegado un abanico de posibilidades artísticas en Argentina. ¿Quién olvidará las bandas por las que ha pasado CHARLY GARCIA, o la mágica lírica del "FLACO" SPINETTA, o la solvencia de PEDRO AZNAR, o la incorruptible voz de DAVID LEBON? Es justamente esa generación de rockeros la que sigue sorprendiendo al viejo y nuevo público con regalos cada vez más descabellados.
Un buen ejemplo es el show que darán LEBON y AZNAR en el Teatro Gran Rex. La cita será el viernes 19 de diciembre e incluirá, como particularidad, un ensamble polifónico. La ocasional agrupación planea repetir el éxito logrado en 2001, cuando la idea fue puesta en marcha en Mendoza, junto con la Filarmónica Provincial.
En exclusivo para EL ACOPLE, DAVID LEBON habló sobre el show del día 19 y dijo: "Creo que la gente se merece lo mejor y eso es lo que trataré de hacer".
Las entradas están desde $15 y ya pueden adquirirse directamente en el Gran Rex (corrientes 857) todos los días de 10 a 22hs.
Nacho Girón (Redacción de El Acople)
MIGUEL BOTAFOGO, uno de los maestros del blues argentino, cerró el año con una presentación solvente en el Nd/Ateneo. El término de un 2003 “inmensamente positivo”, según él mismo aclaró, que deja el camino listo para la grabación de su nuevo material discográfico.
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¿Vendrá del cosmos? Puede ser esa la única explicación que solvente su fijación con la temática. Un agradecimiento, un chiste, una canción, y luego algún delirio sobre el cosmos. Nadie lo sabe con certeza, pero sólo de ese reducto inimaginable para la mente humana puede haber salido alguien con tantas habilidades. ¿Sino de dónde? ¿Eh?
Lo cierto es que MIGUEL VILANOVA (alias “BOTAFOGO”, según PAPPO), salió al escenario con varias fijaciones más en su cabeza. No sólo intentar explicar el misterio del cosmos, sino también concluir un año “inmensamente positivo”, como él mismo declaró a EL ACOPLE luego de sudar por dos horas en el Nd/Ateneo. “Me siento muy honrado, porque en un país que tiene tantos grandes guitarristas, que me vengan a ver a mí es realmente algo muy lindo”, dejó en claro mientras la humildad parecía ponerlo colorado.
La historia ya es conocida. Un viejo blusero que, sentado en su pequeña silla, deleita el oído de los presentes a base de zapadas que se entremezclan con canciones ya conocidas. Sin embargo, lo establecido se disipaba gracias a la creatividad siempre inconforme de BOTAFOGO. A lo largo del show, MIGUEL fue añadiendo uno a uno distintos músicos a escena, logrando que el nivel artístico de la velada fuera ascendiendo a ritmo vertiginoso, con una espontaneidad y frescura merecedoras de los aplausos.
Poco a poco, y tema tras tema, la banda se fue completando primero con SERGIO ARIAS (bajo), luego CHESTER CASTELANI (batería), GUSTAVO LOZANO (teclados –se ganó una verdadera ovación por su solo-), OMAR RAMIREZ (teclados) y DANTE MEDINA (saxo). Y si algo demostró BOTAFOGO, fue ser un buen “5” en la cancha: cada canción tenía como protagonista principal a un determinado instrumento, pero tarde o temprano todo recaía sobre el blues-man, que levantaba la cabeza y punteaba con precisión.
Gente va, gente viene
La propuesta fue muy aceptada por todos, y continuó durante el resto del espectáculo. FABRICIO (armónica) y SANTIAGO (trombón) llegaron para hacer, junto con los otros seis músicos, la archi-conocida “Little red rooster”. Después, llegaron nada más y nada menos que SARCOFAGO y ROY (viola y bata, respectivamente) de LOS RATONES PARANOICOS para ponerle música a la improvisación parlante que esbozó BOTAFOGO.
Los invitados iban y venían, subían y bajaban, se quedaban en un rincón y escuchaban atentamente. Las combinaciones de músicos fueron incontables, pero todas dejaban frutos para no olvidar. Como “I want to be loved” (de WILLY DIXON) que contó, como condimento especial para la ocasión, con dos baterías (la segunda: ANDRÉS VILANOVA, de CARAJO, hijo de quien todos iban a ver). Recién cuando promediaba la noche, después de un rock and roll, una mágica zapada que rozó lo folklórico para desembocar en otro blues de WILLY DIXON y del “Blues para Argentina” de BOTAFOGO, llegaron algunas nuevas conjeturas sobre el cosmos.
MIGUEL VILANOVA se despedía de un año glorioso en el que volvió a girar por el mundo con invitados de talla grande. Una vez afuera, mientras se abrazaba con el público que lo esperaba, y firmaba algunos autógrafos, comenta de manera alegre: “El año que viene tiene que salir el nuevo disco que ya empezamos a grabar, y que lo va a producir mi hijo”. Un músico más que se despide del 2003, y que, a pesar del infaltable cansancio físico y mental que todos tienen de vez en cuando, resultó positivo y dejó preparado el terreno para uno todavía mejor.
Nacho Girón (Redacción de El Acople)
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¿Vendrá del cosmos? Puede ser esa la única explicación que solvente su fijación con la temática. Un agradecimiento, un chiste, una canción, y luego algún delirio sobre el cosmos. Nadie lo sabe con certeza, pero sólo de ese reducto inimaginable para la mente humana puede haber salido alguien con tantas habilidades. ¿Sino de dónde? ¿Eh?
Lo cierto es que MIGUEL VILANOVA (alias “BOTAFOGO”, según PAPPO), salió al escenario con varias fijaciones más en su cabeza. No sólo intentar explicar el misterio del cosmos, sino también concluir un año “inmensamente positivo”, como él mismo declaró a EL ACOPLE luego de sudar por dos horas en el Nd/Ateneo. “Me siento muy honrado, porque en un país que tiene tantos grandes guitarristas, que me vengan a ver a mí es realmente algo muy lindo”, dejó en claro mientras la humildad parecía ponerlo colorado.
La historia ya es conocida. Un viejo blusero que, sentado en su pequeña silla, deleita el oído de los presentes a base de zapadas que se entremezclan con canciones ya conocidas. Sin embargo, lo establecido se disipaba gracias a la creatividad siempre inconforme de BOTAFOGO. A lo largo del show, MIGUEL fue añadiendo uno a uno distintos músicos a escena, logrando que el nivel artístico de la velada fuera ascendiendo a ritmo vertiginoso, con una espontaneidad y frescura merecedoras de los aplausos.
Poco a poco, y tema tras tema, la banda se fue completando primero con SERGIO ARIAS (bajo), luego CHESTER CASTELANI (batería), GUSTAVO LOZANO (teclados –se ganó una verdadera ovación por su solo-), OMAR RAMIREZ (teclados) y DANTE MEDINA (saxo). Y si algo demostró BOTAFOGO, fue ser un buen “5” en la cancha: cada canción tenía como protagonista principal a un determinado instrumento, pero tarde o temprano todo recaía sobre el blues-man, que levantaba la cabeza y punteaba con precisión.
Gente va, gente viene
La propuesta fue muy aceptada por todos, y continuó durante el resto del espectáculo. FABRICIO (armónica) y SANTIAGO (trombón) llegaron para hacer, junto con los otros seis músicos, la archi-conocida “Little red rooster”. Después, llegaron nada más y nada menos que SARCOFAGO y ROY (viola y bata, respectivamente) de LOS RATONES PARANOICOS para ponerle música a la improvisación parlante que esbozó BOTAFOGO.
Los invitados iban y venían, subían y bajaban, se quedaban en un rincón y escuchaban atentamente. Las combinaciones de músicos fueron incontables, pero todas dejaban frutos para no olvidar. Como “I want to be loved” (de WILLY DIXON) que contó, como condimento especial para la ocasión, con dos baterías (la segunda: ANDRÉS VILANOVA, de CARAJO, hijo de quien todos iban a ver). Recién cuando promediaba la noche, después de un rock and roll, una mágica zapada que rozó lo folklórico para desembocar en otro blues de WILLY DIXON y del “Blues para Argentina” de BOTAFOGO, llegaron algunas nuevas conjeturas sobre el cosmos.
MIGUEL VILANOVA se despedía de un año glorioso en el que volvió a girar por el mundo con invitados de talla grande. Una vez afuera, mientras se abrazaba con el público que lo esperaba, y firmaba algunos autógrafos, comenta de manera alegre: “El año que viene tiene que salir el nuevo disco que ya empezamos a grabar, y que lo va a producir mi hijo”. Un músico más que se despide del 2003, y que, a pesar del infaltable cansancio físico y mental que todos tienen de vez en cuando, resultó positivo y dejó preparado el terreno para uno todavía mejor.
Nacho Girón (Redacción de El Acople)
Mientras preparan nuevo disco, VIA VARELA sigue creciendo y afianzándose a los escenarios porteños. Aquí, la aventura de “volver a debutar” en el mítico Cemento (19/10), y de tocar en Hangar (28/11) por tercera vez en el año.
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(PUBLICADA EN EL SITIO WEB OFICIAL DE VIA VARELA: http://www.viavarela.com/nota3.php)
La imagen era digna de una postal. LIMÓN dejaba paralizados a los presentes con su voz desgarradora y la impactante presencia que demuestra durante los shows, DANIEL DÍAZ deshacía la viola en un poderoso solo, JUAN MANUEL QUIROZ se aferraba al bajo tocando y saltando con gran categoría, y DIEGO LEROUX desparramaba sudor de su frente al tiempo que golpeaba su bata con precisión suiza. Era “Cielo gris”, un clásico de VIA VARELA, que retumbaba sin parar por las rockeras paredes de Cemento.
Un momento algo especial por varios motivos. Primero, porque la agrupación había debutado diez años atrás en el mismo lugar, aunque con otra formación. Por lo tanto, se trataba de un nuevo “volver a empezar”, cargado de compromiso musical y esperanza de renacer en el under porteño. Y segundo, porque fueron justamente los integrantes de VIA VARELA los que levantaron al difícil público metalero que aguardaba la salida de MAD.
La otra cita sucedió en Hangar, un lugar en Liniers que ya está acostumbrado a la visita de la banda. Durante 2003, se habían presentado junto a CIENFUEGOS, PEZ y NATAS (15/3), luego con LAS MANOS DE FILIPPI (30/4), y ahora tocaba el turno con EL SOLDADO.
Como ya lo vienen haciendo, aprovecharon para presentar su naciente música a distintos tipos de espectadores. Así sonaron canciones como “No es que lloro”, “Caminero”, “Che Manolo” y “Subís, bajás”, entre otros, todos posibles integrantes del nuevo material discográfico que VIA VARELA planea editar en los primeros meses de 2004, y que contará con sorpresas interesantes. Una vez más descendían del escenario solvencia y virtuosismo, componentes ciento por ciento necesarios para superar con éxito los problemas que nunca faltan.
Se acerca fin de año. El término de 365 días en los que la agrupación supo madurar en todos los sentidos, componer, tocar e iniciar el largo camino de hormiga para hacerse conocer. El árbitro ya tocó el silbato, la pelota está girando, y puede dirigirse directamente hacia el arco...
Nacho Girón. Especial para ViaVarela.com
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(PUBLICADA EN EL SITIO WEB OFICIAL DE VIA VARELA: http://www.viavarela.com/nota3.php)
La imagen era digna de una postal. LIMÓN dejaba paralizados a los presentes con su voz desgarradora y la impactante presencia que demuestra durante los shows, DANIEL DÍAZ deshacía la viola en un poderoso solo, JUAN MANUEL QUIROZ se aferraba al bajo tocando y saltando con gran categoría, y DIEGO LEROUX desparramaba sudor de su frente al tiempo que golpeaba su bata con precisión suiza. Era “Cielo gris”, un clásico de VIA VARELA, que retumbaba sin parar por las rockeras paredes de Cemento.
Un momento algo especial por varios motivos. Primero, porque la agrupación había debutado diez años atrás en el mismo lugar, aunque con otra formación. Por lo tanto, se trataba de un nuevo “volver a empezar”, cargado de compromiso musical y esperanza de renacer en el under porteño. Y segundo, porque fueron justamente los integrantes de VIA VARELA los que levantaron al difícil público metalero que aguardaba la salida de MAD.
La otra cita sucedió en Hangar, un lugar en Liniers que ya está acostumbrado a la visita de la banda. Durante 2003, se habían presentado junto a CIENFUEGOS, PEZ y NATAS (15/3), luego con LAS MANOS DE FILIPPI (30/4), y ahora tocaba el turno con EL SOLDADO.
Como ya lo vienen haciendo, aprovecharon para presentar su naciente música a distintos tipos de espectadores. Así sonaron canciones como “No es que lloro”, “Caminero”, “Che Manolo” y “Subís, bajás”, entre otros, todos posibles integrantes del nuevo material discográfico que VIA VARELA planea editar en los primeros meses de 2004, y que contará con sorpresas interesantes. Una vez más descendían del escenario solvencia y virtuosismo, componentes ciento por ciento necesarios para superar con éxito los problemas que nunca faltan.
Se acerca fin de año. El término de 365 días en los que la agrupación supo madurar en todos los sentidos, componer, tocar e iniciar el largo camino de hormiga para hacerse conocer. El árbitro ya tocó el silbato, la pelota está girando, y puede dirigirse directamente hacia el arco...
Nacho Girón. Especial para ViaVarela.com
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