BARRIOS BAJOS: Mi nombre es todo lo que tengo

Cómo sucediera en la cumbia villera, cada vez son más las bandas rockeras que prefieren identificarse con un nombre donde quede patente su exclusión social.
Txt. Nacho Girón

Especial para Clarín



Si se combinaran unos cuantos acordes, descripciones de pequeñas "situaciones cotidianas", zapatillas de lona, remeras gastadas y retórica barrial, el resultado final sería Barrios Bajos. "La diferencia es que tenemos mucho escenario sobre la espalda. Eso nos ajustó mucho", separa Richard's, cantante. Bastaron un par de ensayos para que se largaran a tocar. Desde el 98 vienen cerrando fechas "en lugares donde nadie se anima ni a asomar la cabeza". En sus tiempos libres editaron un solo disco, pero lo fundamental siempre fue subirse a las tablas: "Tenemos como cuatro shows por fin de semana porque no sabemos decir que no. Y no pasa por la guita, porque estamos cagados de hambre".

El Sí! está en Laferrere, una localidad a la que el propio grupo define "obrera y trabajadora". "De todos los que no nacimos en Capital se acuerdan cuando en la zona hay asesinatos y violaciones. Piensan que acá es todo vaca y pasto", dice la voz del grupo antes de reírse sobre el asunto: "Estuvimos hasta en las villas más peligrosas. Piensan que no nos vamos a animar a ir, pero nos mandamos. Igual, nosotros mismos salimos de zonas donde lo único que nos faltaba era el arco y la flecha". Nombres como Barrios Bajos, entre tantos que apuntan a una suerte de martirización desde lo nominal, pueden ser entendidos como una estética del resentimiento. "Con resentimiento ninguna banda aguantaría mucho tiempo", se contrapone Richard's.

—¿Y a qué apuntan los grupos cuando eligen esos nombres?
—Queremos dejar en claro que hay muchas cosas para decir. Tenemos otro vocabulario, pero ni a palos le apuntamos sólo a los barrios bajos.
Son la banda local que más creció en los ultimos dos años. Camino a un estadio, se hacen cargo de sus decisiones y conductas.
Producción y Txt. Nacho Girón.

Especial para Clarín



Apoyados en los caños de un colectivo de la línea 5 que pasa a metros de su sala de ensayo, en Mataderos, los Jóvenes Pordioseros provocan saludos y celulares en mano. El recorrido por la zona nos lleva a un pasaje que pronto ve a los cuatro rockeros recostados cómodamente sobre la acera. "Uh, me voy a ensuciar", bromea el guitarrista Pedi. "¡Pará! ¡Que somos la banda de los barrios!", responde Toti, cantante. Minutos después, el grupo se referirá por primera vez al ensayo abierto de julio de este año en El Teatro de Flores, en el que le brindaron a Callejeros la breve posibilidad de volver a los escenarios. La situación había terminado con una abrupta suspensión, forcejeos, violencia y un largo silencio.

—Iban a tocar por primera vez en una cancha pero terminaron suspendiéndoles el recital. ¿Qué fue lo que pasó?
—Toti: Lo que pasó es una gota más en un gran vaso de suspensiones que venimos sufriendo. No sabemos bien de qué lado puede venir, aunque sí hay muchos rumores. El más fuerte es el que dice que se pudrió todo desde aquel día en que Callejeros tocó con nosotros en el ensayo abierto. Pero como ahora los pibes ya volvieron a tocar, creo que ese miedo al rocanrol de barrio se va a pasar. Igual, no tenemos pruebas para acusar a nadie. Sea como sea, el año que viene vamos a hacer algún show grande.

—¿Se dividió la escena después de lo de Cromañón?
—T: Mucho. Estamos los que reconocemos que podían haber estado en el lugar de Callejeros, y están también los que nunca dirían algo así. Una de las peores cosas es que no hay tanto margen para bajar los precios de las entradas. Y así queda afuera la gente de los barrios. .

—¿Vos decís que se le está echando la culpa a las bandas de rock?
—T: No, pero uno siente en el aire una energía negativa, una especie de recelo y envidia hacia Jóvenes Pordioseros. Nosotros no tenemos problemas con nadie, pero hay muchas bandas que nos critican. Hay que ver igual quién tiene autoridad para hablar.

—¿Cambió la conciencia de ustedes o todo sigue igual?
—T: Desde lo de Cromañón, estamos muy cuidadosos: no es que porque sea rock va a haber menos conciencia que en un recital de Mercedes Sosa. En otros shows no ves a doscientos tipos de seguridad cuidando la puerta…

—Pero en los recitales de Sosa no hay gente que quiera llevar pirotecnia…
—Pedi: No, ya sabemos que tiene que ver con el público. Pero siempre nos terminan poniendo trabas de más. Al rock se le exige mucho más que a otros estilos. También hay un poco de discriminación hacia nosotros y el tipo de gente que llevamos.

—¿Por qué ahora se promocionan como "la banda de los barrios"?
—T: En cualquier recital se puede ver que ésa es la gente que nos hizo crecer. Ojo, que cuando hablamos de barrios no hacemos sólo referencia a lo marginal. Da la casualidad de que la gente que nos hizo crecer es la que menos oportunidades tiene. Pero no hacemos apología de la pobreza.

—Bandas como La Renga o Los Piojos renegaban de lo barrial. Ustedes se hacen cargo…
—P: Es una cuestión generacional: esas bandas eran las primeras a las que se le decía lo de "barrial" y tal vez les sonaba despectivo. Ahora lo tenemos incorporado. Jamás vamos a renegar del rock barrial, que es lo que siempre quisimos hacer.

—¿Se arrepienten de haber invitado a Callejeros al ensayo abierto?
—T: Nunca nos vamos a arrepentir de bancar a Callejeros. Tampoco lo pensamos mucho. La idea era hacer justamente un ensayo, algo distendido, así que se dio la posibilidad de que toquen. Lo que no medimos es que podíamos ofender a algún padre de Cromañón. Sobre eso sí queremos hacer mea culpa.

—¿Quisieron desafiar a todos los que en ese entonces no querían que Callejeros volviera a tocar?
—T: Ellos son amigos, así que por eso capaz no medimos la repercusión que podía tener el hecho de que toquen. Menos, que terminara con violencia. Agredieron a nuestro manager y eso nunca lo vamos a avalar.
—P: Sean culpables o no, era una injusticia que no los dejaran tocar. No los vamos a volver a invitar, pero no nos arrepentimos.

—¿Qué conclusiones sacan?
—T: Que no vamos a volver a tocar en El Teatro de Flores. Para mí los sobrepasó la situación, no tuvieron tiempo de pensar y por eso reaccionaron así.

—La gente del Teatro dice haberles advertido que Callejeros no podía tocar...
—T: De última lo podíamos hablar al otro día, pero no da salir con la violencia. En nuestro comunicado dijimos que íbamos a iniciar acciones legales, pero sólo el abogado sabe en qué está eso.

—Ustedes dicen que los 45 pesos del disco de Callejeros deben ser por el arte de tapa. Pero hay otros discos con "arte cuidado" y salen la mitad…
—T: Lo del precio debe ser por eso, no sé. De última, es su disco. Cuando nosotros nos juntamos con Callejeros no hablamos de esas cosas. Estamos juntos, tomamos cerveza y boludeamos.

En los últimos años, los JP vieron cómo su público se iba multiplicando fecha a fecha. Ayudados por la estela negra que dejó Callejeros después del 30-D, buena parte de los seguidores cambió rocanroles sin destino por vicios y sangres pordioseras. Y ellos salieron a hacerle frente a la doble situación: 1) ser el grupo rocanrolero con más crecimiento, y 2) tener que consolidarse dentro de una escena golpeada. Hoy su cantante se pregunta y responde: "¿Qué es verdaderamente ser careta? No reconocer tus errores, no decir que escuchás otra música y no aceptar que estás ganando buena guita. ¿Hay que mentir para ser rockero, entonces? Si hay que mentir, entonces no quiero ser rockero".


ES UN VICIO EL ROCK AND ROLL
—Ahora que llevan más gente, ¿se hacen cargo de las canciones que hablan sobre drogas?
—T: No nos arrepentimos de lo que escribimos porque las historias son verdaderas. La mayoría de las canciones que hablan de drogas eran para la gente que llenaba Cemento cuando tocábamos ahí, a las cuatro de la mañana. Hoy tocamos en otros lugares y a otra hora, y a veces entre el público hay nenitos, por ejemplo. Entonces nos cuidamos y tratamos de no cantar "dale que va, dale aspirá" o "me está sangrando la nariz". Nos da cosa.

—¿Alguna vez los acusaron de hacer apología de la droga?
—T: No, no es apología. Son historias en primera persona, de noches de mucha gira. Y ojo: nadie es fenómeno por drogarse. Al contrario: son todos giles los que no la pueden dejar, porque la droga logra controlarte. Igual, ya no vamos a escribir más sobre estos temas.
Con un nuevo disco que definen como "rockero y protestón", el septeto cuenta su particular y vertiginoso crecimiento, a puro graffiti y doble click.
Txt. Nacho Girón

Especial para Clarín



¿Qué escribe en la pared la tribu de tu calle? Existen altas probabilidades de que la pintura marque cuatro palabras que ya despertaron atracción masiva: Las Pastillas del Abuelo. Nacido con el milenio, el grupo aprovechó el aerosol y la red de redes para extender su mixtura de rock-candombe-chacarera, y de paso demostró que el marketing barrial todavía hace estragos. "Hicimos un estudio de mercado para elegir los lugares adecuados: garpa la proximidad con una avenida, si pasan muchos bondis, la lejanía de los policías y las persianas grandes", especifica el guitarrista Fernando Vecchio, que se sincera: "Aunque nosotros nunca tuvimos problemas, a mí si me pintan la casa los cago a trompadas".

Hasta hace un año, la banda venía transitando una senda de anonimato. Pero de pronto llegó la lluvia de clicks y su éxito digital los llevó a tocar para miles. "Uno de los factores de crecimiento es el boca en boca, que en realidad es un Internet a Internet. Somos producto de Internet y del aerosol", confirma el cantante Pity Fernández. Y cuenta: "Grabé canciones para tenerlas registradas, nuestros amigos empezaron a ponerlas en sus páginas y ahí se disparó todo. Eso hace el trabajo más desprolijo, pero preferimos ese tipo de difusión". ¿El resultado? Récord de descargas virtuales de El sensei, un tema que describe una ronda fumanchera. "No lo tocamos más porque nos excedió: las letras ahora son más comprometidas y ese tema habla del porro".

Aunque ya tengan un segundo disco que adelantan para el Sí! ("más rockero y protestón"), no pueden olvidar aquella noche del '05 en la que presentaron su primer disco: se llenó El Condado y quedaron 200 afuera, así que se decidió suspender el recital. "Fue la culminación de una etapa. Hacíamos todo y creíamos que lo hacíamos bien. Eramos managers, prensa, músicos y apuntábamos a seguir así. Pensábamos que podíamos tocar y a la vez manejar la puerta. Igual, salimos y pedimos disculpas. La gente lo aceptó a pleno".

—¿Se sienten preparados para todo lo que les está pasando?
—Nunca estuvimos preparados: te vas curtiendo con el tiempo. Las cosas vienen tan bien que preferimos tener cautela y saber que de un momento a otro puede venir un golpazo. Ya estamos esperando la pared.