José Palazzo: "Ricardo Mollo se equivoco"

El productor cordobés José Palazzo (sí, el mismo que la revista Veintitrés sindicó como "El nuevo Chabán") organiza el festival Cosquín Rock desde 2001 y eso hace que hable con cariño de sus pormenores; de lo lindo del actual predio en San Roque, del crecimiento y del esfuerzo que parece requerir: "Año a año decimos que no lo hacemos más". De hecho, se arriesga: "La próxima edición va a existir si logramos diferenciarnos con la grilla, cosa que este año no pudimos". La polémica arrancó cuando se confirmó la presencia de Callejeros y, por eso, Divididos y Catupecu Machu se bajaron de las tablas. Palazzo habló con el Sí! para dar explicaciones. ¿Divididos? "Me habían dado el no antes de lo de Callejeros. Después, Mollo dijo que no tocaban por cuestiones ideológicas. Fue un gesto soberbio, fue una boludez decir eso. Me parece que se equivocó, si Ricardo suele ser un tipo súper ubicado". ¿Y Catupecu? "Me habían planteado que no querían estar por Callejeros. Pero me lo tiraron de una manera formal y frontal. Casi me pidieron que ni les ofertara nada, que no los comprometiera". Aunque de buena manera, Palazzo se niega responder el gran interrogante: ¿se va a arrepentir de apostar por el grupo de Fontanet si la Justicia lo encuentra culpable?

—¿Por qué este año apostaste por Callejeros?
—Los incluyo porque el festival es federal y hay mucha gente que quiere verlos. No sé qué harán ellos en su vida, y capaz que ésta es la última vez que la gente tiene la chance de verlos. Ellos saben que nada va a ser fácil, así que se la tienen que bancar.

¡Extra, extra! Para el cierre, una primicia confirmada por Palazzo: con el visto bueno del intendente Polo Valdés, la localidad cordobesa de San Roque cambiará la tradicional denominación de sus calles por... ¡nombres de bandas rockeras! Palazzo se ríe: "Puede existir Pappo esquina Miranda! ¡O imagínense vivir en Iorio al 1000!".

Txt. Nacho Girón
Especial para Clarín
Mientras el rock "oficial" solo se anima a alusiones veladas, las bandas en ascenso le ponen letra y música a la tragedia.
Producción y Txt. Nacho Girón

Especial para Clarín



En el instante en que aquel lugar quedó sin luz, buena parte de una generación dejó de ser la misma. Familiares, sobrevivientes, amigos, los que miraban por la tele, los fanáticos de la música, de alguna u otra forma, quedaron atravesados por una noche inolvidable. ¿Se puede hablar de una generación post Cromañón? Ahí está, empapada por el 30-D, y plasmada en canciones (de grupos en ascenso; el rock comercial parece no animarse), homenajes, santuarios, un barrio cargado de recuerdos, cantitos de hinchada que recuerdan lo que pasó, pintadas, remeras, obras de teatro (La fábrica de ángeles) y guiños mainstream no reconocidos (¿Pirotecnia autorizada? ¿"Miren lo que han hecho con el duende del rock"?). Están ahí, acá, acusan y defienden a uno u otro, algunos con el golpe bajo, otros casi en silencio, o con lo que pueden. Pero eso sí: todos coinciden en entrenar la memoria.


LOS QUE NUNCA CALLARAN
"Nos devolvió la libertad"

"Aquella noche de canción sin estribillo/ tuvieron miedo las voces sin oído/ pero hoy trepan las gargantas su pedido/ y gritan esas almas un eterno ¡no al olvido!".
(Aquella noche)
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"Después de Cromañón, no salíamos o sentíamos que no teníamos derecho a nada. La oscuridad del incendio nos hizo tapar la luz de la vida". Ana, una sobreviviente de 19 años, habla rodeada de sus casi treinta compañeros, que la miran y asienten con la cabeza. Con el preámbulo de la rabia y el dolor, cuenta los frutos de Los que nunca callarán, la primera y única murga formada en su mayoría por jóvenes que esa noche habían decidido ver a Callejeros: "Gracias a la murga fuimos recuperando la alegría y las ganas de divertirnos. Nos devolvió la libertad y nos hizo entender que volver a ser feliz no significa olvidar".

Unidos por las marchas, terminaron juntándose sin más intenciones que hablar y compartir experiencias. "La idea era generar un espacio para sobrevivientes, pero no teníamos en claro qué hacer concretamente", detalla Pablo (28). De a poco aparecieron algunos amigos murgueros, las rondas devinieron en saltos al ritmo de la percusión, y el debut oficial llegó poco antes del primer aniversario, en noviembre de 2005. Desde el comienzo, la "madrina" es Delia Fucci, mamá de Pablo, otro de los que ya no están. Florencia (21), que también pudo salir del recital pero que perdió a su novio y a una amiga, cuenta: "La primera vez que sonreí después de Cromañón fue en los ensayos de la murga. Antes no podía". Ahora dicen haberle encontrado el gustito a la gira barrial y destacan las visitas a Jujuy y Santa Fe, donde presentaron un repertorio breve pero rebalsado de referencias directas: "Aprendimos a pintar de colores aquella oscuridad", "ninguna coima puede callarnos", "somos murga porque la Justicia sólo se logra en la calle" o "aquella noche de rocanroles sin destino", cantan entre bombos y vestidos de colores. ¿Qué onda con Callejeros? "No todos pensamos lo mismo, pero hay tolerancia", admiten. "En la Argentina puede haber cromañones en todas partes", explica Ana. Y Florencia completa: "Tuvimos que renovar las bases, porque definitivamente hay un antes y un después de lo que nos pasó. Y éste es sólo el inicio, porque estamos en un camino que no tiene fin".


CABEZA DE GORRION
"Una canción tiene poder"

"La vida golpeó a nuestra juventud/ a los que recién empezaban a andar/ son 193 sonrisas/ las que no ríen más".
(Demasiada la tristeza para olvidar)
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Hubo un tiempo en el que en las marchas por Cromañón era imposible escuchar cualquier cosa que pareciera una nota musical. Pasó casi un año hasta que algunos familiares, en una Plaza de Mayo cargada de carteles con rostros, insistieron para que alguien subiera al escenario y rasgueara una canción. El, un pelado de 26 años al que todos conocen como Pichi y que es el cantante de Cabeza de Gorrión, fue el que abrió un camino de reconciliación entre las marchas y el rock. "Una canción puede cambiar las cosas, tiene poder. Si ahora la escuchan doscientas personas, el día de mañana la pueden escuchar mil. De hecho, vi remeras con la letra y hasta un chabón se la tatuó en la espalda", dice, pero enseguida aclara: "La canté de corazón y a los familiares les encantó. Pero como alguna gente pensó que lo habíamos hecho para sacar rédito, dejamos de tocarla por mucho tiempo".

Cabeza de Gorrión es una banda de El Palomar que nació en el 2001 y de sus siete miembros, sólo Nacho, el bajista, estuvo esa noche en Cromañón. "Salió perfecto, caminando, y hasta lo vimos bien en Año Nuevo. Pero al otro día se empezó a asfixiar y quedó internado", recuerda Pichi. "Nos costó un huevo volver a un escenario, más que nada porque los lugares son un antro. Pero cuando nos reencontramos con la música nos sentimos mejor. Seguimos porque el rock no puede dejar de sonar". Demasiada la tristeza para olvidar, aquel primer tema que invadió una marcha, nació de un tirón. Conmovido hasta las lágrimas, el cantante recuerda el encuentro con fotos del santuario: "Fue la canción que más rápido escribí en mi vida". Después, se seca la cara: "Cromañón marcó una etapa de nuestra vida, y no puede pasarnos delante de los ojos".


LA VIZCA
"Somos una generación"

"Bache sin calle, esta soledad/ enmudeciendo lo que nos queda/ sin vos no hay sombra para pisar/ y el corazón a mí me quema".
(Lo que nos queda)
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Gerardo, 24 años y bajista, había quedado como integrante de La Vizca una semana antes del 30-D. Esa noche calurosa casi toda la banda de rocanrol había ensayado en San Martín, pero él ya tenía entrada y se fue para Cromañón. "Cuando cayó la lona incendiada, estaba a un costado del escenario. En ese instante pensé que no podía estar pasando eso y lo inconscientes que éramos", cuenta hoy, sano pero con secuelas. Intentó luchar contra el humo, hasta que cayó al piso y terminó afuera, en la calle, ayudado por un par de héroes anónimos. Los otros cuatro integrantes de la banda que empezó a tocar en el 2002 también se vuelcan a explicaciones de nueva conciencia instantánea. Nicolás (22), el cantante, se sincera: "Después de Cromañón nos dimos cuenta de las barbaridades que hacíamos y que hacían casi todas las bandas. Sólo queríamos tocar. Estuvimos en lugares más feos que el de Once". Y ahí, la de siempre: "Le podría haber pasado a cualquiera". El grupo convirtió Lo que nos queda, una vieja canción que incluye "una crítica profunda a la sociedad", en himno de marchas y recitales. Pero no sólo eso: también le escribió una letra a Mariana Márquez, la madre fallecida que le gritó a Ibarra: "¡Sos un cadáver político!". La Vizca dice defender el lugar de la música ("a mucha gente le molesta que La Renga haya salido de abajo y ahora llene estadios") pero aclara el tema Callejeros ("tienen una culpa inconsciente; pudo haberlos matado la ambición de querer ser cada vez más grandes"), toma con pinzas los cambios ("las cosas malas están empezando a volver. Pasó el furor de la conciencia") y, sin dudar, se hermanan en una denominación común: "Somos parte de la generación Cromañón".


MARCELO SANTILLAN
"Fue empezar de cero..."

"Basta ya de tanta injusticia y dolor/ basta ya, que el fuego aún no se apagó/ basta ya de mortificar mi mente incendiada/ que el día después de mañana puede ser peor".
(Basta ya)
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Una vez más la Plaza de Mayo, lugar de pedidos interminables. El pibe lo ve a Eduardo Vázquez, el baterista de Callejeros, y se acerca para preguntarle "cómo mierda podía seguir tocando", "de dónde sacaba las fuerzas". Desde aquella noche no se había animado a reencontrarse con la viola. Sin embargo, el cruce con Vázquez le movió la estantería y apenas llegó a su casa vomitó una canción sobre Cromañón. "Era como si nunca hubiera tocado la guitarra en mi vida, empezar de cero", dice él, Marcelo Santillán (28), delante de fotos de las víctimas y de una frase que reza: "Si no hubiera sido por la capacidad de seguir adelante cuando se estaba en lo peor, nunca se habrían hecho los caminos". Basta ya se estrenó en vivo cuando se cumplió el aniversario de la tragedia. Ante unas cuarenta mil personas que miraban para el lado opuesto al de la Casa Rosada ("la consigna era darle la espalda al Gobierno"), Marcelo se despachó con un tema que desde entonces encontró difusión constante. Aunque le habría gustado crecer como artista con temas más felices, no reniega de su conexión con Cromañón y promete un disco con su banda (Mr. Santy y la rezaka) cargado de referencias directas e indirectas. ¿El título? No me puedo olvidar. "Me da miedo, pero voy a tener que pensar sí o sí en volver a tocar en locales cerrados". Hoy, Marcelo Santillán es parte en la ONG Familias por la Vida, sigue la causa de cerca y cree férreamente en la culpabilidad de Ibarra, Chabán, Callejeros, algunos bomberos, funcionarios y varios más. "La autocrítica tiene que ser el único motor de cambio de esta generación. Confío en los jóvenes de ahora pero también en que haya políticos que sepan hacer las cosas bien...", se interrumpe sólo: "Bah, en realidad es difícil que pase algo así".


OTRAS VOCES, OTROS TEMAS
"Por ellos te quiero ver/ por eso quiero cuidarte/ por eso quiero sacarte ya/ ¡de esa noche de humo que hace mal!". (No la vas a creer más, Ojos locos, la banda soporte de Callejeros en el 30-D).

"Fiesta, luces y el amor, todo eso muy rápido se transformó/ en el escenario del horror/ doscientos rocanroles son los que hoy y siempre/ vivirán en nuestra memoria y sonarán en nuestros corazones". (200 rocanroles, Cenizas Rock).

"Un sueño así/ donde el fuego y el agua puedan convivir/ un fuego que no queme/ que dé calor y luz". (Agua y perdón, Gastón Nievas).

"Feliz Navidad, Año Nuevo feliz nunca más/ la lluvia de colores no me hipnotiza igual/ no volveremos a reír igual... y entiendo por qué/ No volveremos a amanecer igual... y entiendo por qué". (Vacío, Invencibles).