El líder de Sucias Rockas asegura haber pateado para adelante su coqueteo con la pasta base. Optimista, cree que Pity y todos los consumidores tienen posibilidad de recuperarse.
Txt. Nacho Girón
Especial para Clarín
No es verso: el paco se instaló definitivamente en nuestra sociedad y generó una verdadera masacre. Estimulado por la crisis económica y política de 2001, y con una supuesta complicidad de punteros políticos y policías, no tardó en ganarse la peor definición de los toxicólogos: el genocida más grande de la historia moderna. Es que esta sustancia (también conocida como PBC o pasta base) es la porquería de la porquería: se elabora con el desecho químico de la cocaína y se mezcla con bicarbonato de sodio, solventes, vidrio molido, virulana y todo tipo de tóxicos.
Su extrema peligrosidad viene de la mano de su efecto: se produce antes de los diez segundos y no dura más de diez minutos. Ahí llegan la angustia, la paranoia y la necesidad carcelaria de seguir consumiendo todo el tiempo. Y aunque casi no existan investigaciones al respecto (ver recuadro), las consecuencias son aniquiladoras: a la excitación psicomotriz, al delirio, la pérdida de peso, las convulsiones y a la posibilidad de derrames, hay que sumar las serias lesiones que provoca en el lóbulo frontal del cerebro.
Si bien se popularizó como "la droga de los pobres" por el bajo precio al que se lo podía conseguir ("un paco, un peso"), la situación está cambiando de raíz. En los barrios marginales la pasta base se asocia a la falta de proyectos de vida y a las pocas posibilidades. ¿Resultado? Consumidores desde los seis años de edad, y venta de paco como trabajo alternativo. Sin embargo, esta droga ya se extendió, silenciosamente, a la clase media y alta.
Mariano Costa, alias "Chapa", es cantante y guitarrista de Sucias Rockas, una banda que en 1998 nació rocanrolera y que con el paso del tiempo fue abriendo sus fronteras musicales. En su momento llenó el Marquee y Cemento y casi hace Cromañón, firmó con Pop Art y en mayo editará su segundo disco.
Chapa trabajó de cadete, repartidor de revistas, abrió y fundió su propio local de rock, y dos días antes de firmar contrato, seguía como cuidacoches en un pasaje de Flores. En su largo historial toxicológico hay un primer porro a los catorce. Y entrada la adolescencia, conoció muy de cerca otras sustancias. "Más de la mitad del primer disco habla de drogas, pero entendí que eso es muy perjudicial", dice ahora. "Si lo sigo haciendo, me voy a sentir tan triste como siempre. El nuevo va a reflejar el giro: el amor nos hace mucho más falta que la droga". En tren de confesiones, asume: "La peor mierda del mundo es el paco. El que consume pasta base se mira al espejo y se disgusta todo el tiempo. La gente que consume está mal, ¡y se pone cada vez peor! Por eso, hay que decirle al que no probó que trate de mirarse antes en el espejo".
-¿Vos cómo te acercaste?
-Todos estamos cerca del paco. Yo soy un adicto a la vida, y como tal soy un explorador de lo bueno y de lo malo. Por eso lo conocí de cerca. Lo tuve enfrente, en la nariz. Lo acaricié, me perfumó y tuve tiempo para amasarlo. A todos, en algún momento de la vida, se nos cruza un sorete. Pero hay que ser fuerte y aprender a patearlo para el otro lado. Lo crucifico, porque es la muerte en vida.
-¿Es realmente la droga de los pobres? Algunos estudios privados confirman otro panorama.
-¡Es una mentira total! Hay gente que lee Borges en la Villa 31 y otra que fuma paco en Belgrano. Tal vez gran parte salga de las villas, pero después se lo llevan a Recoleta. ¿Y entonces? ¿Y si yo te cuento que hay gente que consume $ 250 por noche? Si consumís, sale mucho más caro de lo que parece. No mintamos más: no es una droga barata. Trasciende las clases sociales.
Chapa está convencido de que la asociación de paco y pobreza es responsabilidad de los comunicadores. "Es falta de información", dispara. "Todos somos comunicadores: periodistas, actores, cantantes. Hay que tratar de manejar con cuidado ese poder: estamos frente a una sociedad que necesita escuchar, y mucho".
-¿Qué actitud te toca, como líder de una banda popular?
-Prudencia, más que nada. Frente a mil personas, tenés que tener cuidado y fijarte bien lo que vas a decir. Eso no te coarta la libertad de expresión: si estás mal, decilo.
-¿Sentís que en algún momento te equivocaste con el mensaje?
-No. Era consciente de que si me equivocaba en mi mensaje podía hacer mucho mal. Nunca usé el micrófono para victimizarme. Cuando tuve problemas, fui a terapia, trate de salir, sufrí, pero las penas las lloré en la cama. Y ahora soy adicto a una nueva vida.
-¿Cómo ves a las bandas y a sus líderes en relación al paco?
-Veo que si pueden evitar el tema, mejor. Se lavan las manos. Y no creo que eso sirva para ayudar. Me gustaría que en la música seamos un poco más jugados a la hora de hablar, cantar y comunicar. No se cuántas bandas habría si hoy armamos un festival anti paco. Si no tomamos un rol activo va a parecer siempre que el rock es droga. O que si vas a ver un recital o queres escribir una canción tenés que estar re loco.
-¿Para vos hay muchos músicos que dan a entender que la droga es fundamental para el rock?
-¡Sí que los hay! En bandas grandes y chicas. Y eso es muy peligroso. Porque encima alardean y ni conocen lo que te puede hacer la droga. Pareciera que lo hacen para vender. Si nos seguimos fumando ciertos personajes, nos vamos a terminar fumando un paco. Igual, el rock está más limpio de lo que muchos piensan.
-¿Cómo ves el papel de Pity en este contexto?
-Es igual a cualquier pibito que sale en la televisión y dice que fuma paco. Usando su libertad de expresión está expresando su tristeza por esa adicción. No hace apología: es un consumidor que está llorando y pidiendo ayuda. Eso está bárbaro. Tanto Pity, como cualquier consumidor, tienen posibilidad de recuperación.
-¿Es una generación post-Pity?
-No, somos parte de una generación pospaco. Creo que hay muchos jóvenes que están teniendo más conciencia con respecto a la droga. No importa si hablamos de artistas o de gente común. Lo importante es dejar de hacernos los boludos y ponernos a ayudar.
LAS CIFRAS DEL PACO
200%
Según la Secretaría de la Prevención de la Drogadicción (SEDRONAR) es lo que aumentó, entre los años 2001 y 2006, el consumo entre jóvenes de 13 a 17 años. Sondeos extraoficiales hablan de 50 mil adictos.
10
Es la cantidad de chicos que diariamente son internados en hospitales porteños a causa de su consumo, según el Observatorio de Drogas de la Ciudad. La misma cantidad que muere, semanalmente, por su causa.
1500
Son los adictos que, en el transcurso de un mes, llegan a hospitales y centros de rehabilitación para pedir ayuda. Solamente en Lomas de Zamora, hay 400 internados en rehabilitación y 4 nuevos llegan a diario.
RECUADRO:
"Comprarlo es más fácil que conseguir el diario"
Desde hace una década, Hernán (25) para en la 1/11/14. Esto es: la villa sindicada como la más grande, peligrosa y la que más vende pasta base en Capital. Adicto al paco hace ocho años ("llegué como un tonto, por curiosidad"), acepta la entrevista con el Sí! decidido a contar su verdad. "El paco es el peor error porque no lo manejás. En el mismo momento en que estás fumando, ya vas pensando cómo conseguir más. Durante tres minutos está todo bien, pero enseguida querés más. Y si no hay, te volvés loco". Por eso, dice, es tan difícil dejarlo: "Ahora estoy fumando menos, con mucha voluntad. Fue el peor error de mi vida, pero voy a encontrar la salida". Está tan convencido que rechazó una amistad con Pity, uno de sus ídolos: "Hace poco nos conocimos en casa de un loco en común y terminamos con el paco. Me dio su teléfono, pero lo tiré, porque si nos juntamos es para fumar". Conocedor de los pasillos de las principales villas, dispara contra los que lo hicieron caer: "Los que venden son los peores. Los prendería fuego. Nos están arruinando la vida a nosotros, los boludos que vamos y compramos porque estamos mal. Si va un pibe que se va a morir al otro día, le venden más para aprovechar. El gobierno los deja porque es un negocio millonario. Se sabe dónde se vende: comprar paco es más fácil que conseguir el diario". ¿Droga de los pobres? "Ni a palos. Lo consume gente de mucha guita. Hay muchos famosos que mandan gente a los barrios humildes para que les compren".
RECUADRO:
"Hay que salir del entorno"
JULIO GARAY > TOXICÓLOGO DEL HOSPITAL FERNÁNDEZ
El paco es una droga muy peligrosa. Sin embargo, no hay que perder de vista que los problemas de adicción varían mucho según factores como la nutrición, la educación y la formación cerebral del consumidor. La compulsión depende mucho del individuo: si tiene tendencias compulsivas, y a eso le sumamos el efecto fugaz y muy adictivo de la pasta base, estamos frente a un problema grave. No hay que sectorizar el tema: a las guardias llegan consumidores de todo el espectro social. Eso sí, estamos detectando que el que fuma paco no está acostumbrado a consultar médicamente. No estoy muy de acuerdo con la mecánica de la internación: para salir, hay que salir del entorno. Lo mejor es tener un proyecto de vida distinto. Hay que brindarle proyectos al consumidor: generarle actividades de contención, como enseñarles algún oficio. Todo el mundo opina, ¿pero cuántas investigaciones serias hay sobre el tema? En cuanto a la investigación de la sustancia, estamos a mitad de camino. Y la de los efectos es muy pobre. Para avanzar necesitamos la autorización de jueces federales, pero sólo encontramos frenos. Es una verdadera pena.
La banda del Pelado Cordera dio un show a estadio lleno. Aunque el recital fue predecible, el grupo y sus temas no pierden vigencia.
Por Nacho Girón
Lo visitaron por primera vez en 2004 y les gustó: terminaron haciendo diez funciones casi sin respiro. Volvieron al año siguiente y redoblaron la apuesta: le pegaron sin pausa desde el 16 de junio al 2 de julio. Regresaron una vez más. Y otra. Y otra. Bajo el lema Luna llena en el Luna y con entradas agotadas, este sábado Bersuit Vergarabat reafirmó su idilio con el estadio de la calle Corrientes.
Acompañados por un escenario decorado con cajas de luz ("un intento por consumir menos energía", explicaron), la banda arrancó con un set acústico que fue subiendo de tono progresivamente y que pasados los primeros treinta minutos ya se había convertido en la conocidísima y repetida máquina bersuitera. ¿El tema más viejo? Tuyú. Para redondear una lista de treinta canciones (cinco de su último disco, ?), Cordera y compañía se despidieron con el coreado tándem de Murguita del sur y Un pacto. Se cerraba así un show afilado y enérgico, pero sin ninguna sorpresa. Nada fuera de lo común. La próxima cita será el 9 de mayo. ¿El lugar? Claro, el Luna Park.
RECUADRO: Sin solistas
El tecladista Juan Subirá ya lanzó su primer disco solista. Lo sigue Cordera, que edita en mayo. Y hacen cola los guitarristas Alberto Verenzuela y Oscar Righi. Sin embargo, y pese a la expectativa del público, nada se escuchó de estos materiales.
Por Nacho Girón
Lo visitaron por primera vez en 2004 y les gustó: terminaron haciendo diez funciones casi sin respiro. Volvieron al año siguiente y redoblaron la apuesta: le pegaron sin pausa desde el 16 de junio al 2 de julio. Regresaron una vez más. Y otra. Y otra. Bajo el lema Luna llena en el Luna y con entradas agotadas, este sábado Bersuit Vergarabat reafirmó su idilio con el estadio de la calle Corrientes.
Acompañados por un escenario decorado con cajas de luz ("un intento por consumir menos energía", explicaron), la banda arrancó con un set acústico que fue subiendo de tono progresivamente y que pasados los primeros treinta minutos ya se había convertido en la conocidísima y repetida máquina bersuitera. ¿El tema más viejo? Tuyú. Para redondear una lista de treinta canciones (cinco de su último disco, ?), Cordera y compañía se despidieron con el coreado tándem de Murguita del sur y Un pacto. Se cerraba así un show afilado y enérgico, pero sin ninguna sorpresa. Nada fuera de lo común. La próxima cita será el 9 de mayo. ¿El lugar? Claro, el Luna Park.
RECUADRO: Sin solistas
El tecladista Juan Subirá ya lanzó su primer disco solista. Lo sigue Cordera, que edita en mayo. Y hacen cola los guitarristas Alberto Verenzuela y Oscar Righi. Sin embargo, y pese a la expectativa del público, nada se escuchó de estos materiales.
Buscando respuestas, en mayo se estrena una película sobre Cromañón.
Txt. Nacho Girón
De la grieta que dejó la noche del 30 de diciembre de 2004 se desprenden todo tipo de manifestaciones culturales: homenajes, cantitos de hinchadas, canciones de bandas, obras de teatro. Y documentales como Los dos conejos, un trabajo reflexivo que parte de lo que pasó en Cromañón. "El hombre sólo puede ser cuidado si ocupa un lugar central, como persona y no como objeto", explica el director Gabriel Corvi. "Siempre nos opusimos al criterio del 'para que no vuelva a suceder'. Las soluciones no pasan por decir nunca más", dispara Javier Campo, guionista.
El trabajo, despojado de música y golpes de efecto, se presenta como una búsqueda algo amateur, pero personal y progresiva: la cámara de Corvi graba a Campo escribiendo sobre el tema, caminando por el Once, charlando con familiares de víctimas, abogados y psicólogos sociales.
"Cromañón, el accidente de Lapa u otros hechos que cada tanto matan arriba de cien personas salen de lo normal por la espectacularidad. No es común que mueran 200 tipos de golpe. Pero todos los días se muere gente por las mismas causas, anónimamente, de a uno, por las mismas razones de fondo que llevaron a lo del recital de Callejeros", explican.
En la fábula que da nombre al documental, unos perros hambrientos persiguen a un conejo indefenso. Al cruzarse con otro conejo, en lugar de escapar, empiezan a discutir sobre cuál era la raza de los perros. "No hace falta decir qué pasó con los conejos, ¿no?", ironiza Javier. "El concepto es que nos distraemos con cuestiones frívolas y olvidamos lo importante. Sólo buscamos soluciones tranquilizadoras".
-¿Qué sería lo tranquilizador en este caso?
-Lo peor que puede pasar es que Cromañón sólo quede en que Mollo pida que no se prendan bengalas. O que sólo quede en un juicio y unas cuantas personas presas. Así la tragedia se va a recordar por la magnitud, pero se dejan las puertas abiertas para que siga muriendo gente.
Txt. Nacho Girón
De la grieta que dejó la noche del 30 de diciembre de 2004 se desprenden todo tipo de manifestaciones culturales: homenajes, cantitos de hinchadas, canciones de bandas, obras de teatro. Y documentales como Los dos conejos, un trabajo reflexivo que parte de lo que pasó en Cromañón. "El hombre sólo puede ser cuidado si ocupa un lugar central, como persona y no como objeto", explica el director Gabriel Corvi. "Siempre nos opusimos al criterio del 'para que no vuelva a suceder'. Las soluciones no pasan por decir nunca más", dispara Javier Campo, guionista.
El trabajo, despojado de música y golpes de efecto, se presenta como una búsqueda algo amateur, pero personal y progresiva: la cámara de Corvi graba a Campo escribiendo sobre el tema, caminando por el Once, charlando con familiares de víctimas, abogados y psicólogos sociales.
"Cromañón, el accidente de Lapa u otros hechos que cada tanto matan arriba de cien personas salen de lo normal por la espectacularidad. No es común que mueran 200 tipos de golpe. Pero todos los días se muere gente por las mismas causas, anónimamente, de a uno, por las mismas razones de fondo que llevaron a lo del recital de Callejeros", explican.
En la fábula que da nombre al documental, unos perros hambrientos persiguen a un conejo indefenso. Al cruzarse con otro conejo, en lugar de escapar, empiezan a discutir sobre cuál era la raza de los perros. "No hace falta decir qué pasó con los conejos, ¿no?", ironiza Javier. "El concepto es que nos distraemos con cuestiones frívolas y olvidamos lo importante. Sólo buscamos soluciones tranquilizadoras".
-¿Qué sería lo tranquilizador en este caso?
-Lo peor que puede pasar es que Cromañón sólo quede en que Mollo pida que no se prendan bengalas. O que sólo quede en un juicio y unas cuantas personas presas. Así la tragedia se va a recordar por la magnitud, pero se dejan las puertas abiertas para que siga muriendo gente.
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