ANDRÉS CALAMARO volvió a la escena de Buenos Aires, por fin. Acompañado por BERSUIT como banda estable, El Salmón brindó tres recitales de efectividad hitera, sonido impecable, sobriedad actitudinal y abundancia de invitados. Pasen y vean un regreso que se hizo esperar seis años.
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Imaginen un Luna Park en tensa calma; tensa porque las expectativas se fusionaban de forma rara con sentimientos emocionantes, y calma, porque ANDRES CALAMARO volvía a tocar solo en Buenos Aires después de casi tres mil días. Imaginen el palpitar de corazones heterogéneos cuando la oscuridad da paso a aplausos estremecedores y éstos, a su vez, inauguran un espectáculo altamente disfrutable.
Imaginen al ex LOS ABUELOS DE LA NADA y LOS RODRIGUEZ, en versión barbuda y libre de cualquier tipo de sustancias tóxicas, hacerse cargo de un teclado que no abandonaría por dos horas. Imagínenlo casi en el medio del escenario pero a la altura del resto de su tropa musical. Y déjense llevar por esa voz inconfundible que balbuceaba las primeras estrofas de “El cantante”.
Imaginen a todos los integrantes de BERSUIT VERGARABAT (menos GUSTAVO CORDERA) vestidos de impecable camisa y pantalón de traje acompañando a El Salmón con una sobriedad y profesionalismo absolutos. ¿Ven cómo escapan de sus instrumentos los acordes de canciones de radio como “Te quiero igual” o “Para no olvidar”, o de otras más exquisitas como “Clonazepam y circo” y “Tuyo siempre”?
Ahora imaginen la sobriedad con que llegó CALAMARO al estadio, acaricien la música en estado puro, sin escenografía ni pantallas, ni cambios de vestuario, ni movimientos grandilocuentes, ni rotación de instrumentos. Él estaba ahí, simplemente. Con sus amigos, su rulos locos y sus composiciones.
Imaginen también a su hermano JAVIER pidiendo una ovación general para “el músico más grande de la Argentina” y luego la interpretación a dúo de “No me nombres”; a JUANJO DOMINGUEZ y sus dedos mágicos en los tangos “Como dos extraños” y “Por una cabeza”; e inclusive a un periodista de EL ACOPLE invadido por la piel de gallina gracias a una versión exquisita de “Crímenes Perfectos” (“una canción que con el tiempo se convirtió en la favorita de ustedes”).
Imaginen lo inimaginable, como disfrutar de JUANSE y sus poderosos punteos en el homenaje más emocionante que se le haya hecho a PAPPO NAPOLITANO –que también fue recordado con timidez sobre el final de “La libertad”-. Es decir, construyan esa inolvidable imagen mental que incluye a ANDRES y al líder de LOS RATONES PARANOICOS poniéndole toda la energía a “Desconfío” y a “El tren de las 16”. ¿No será mucho, no?
Sí, eso también. ¿Pueden observar al cantante de LOS PIOJOS medio escondido en el escenario y produciendo un pequeño cuelgue con su armónica en “No se puede vivir del amor”? ¿Y a todos juntos, CALAMARO, BERSUIT, JUANSE y a CIRO zapando sobre la base de “Alta suciedad”? ¿O tal vez al anfitrión de la noche recitando un pasaje del Martín Fierro en “Estadio Azteca”? Todo, claro, engrandecido por un sonido contundente que sólo sufrió vergüenza frente a los miles y miles de aullidos que exteriorizaban sentimientos hermosamente adolescentes.
En pocas palabras, ANDRES CALAMARO volvió y la efectividad la consiguió mediante un show prolijo e intenso que tuvo sus puntos flojos en la ausencia de canciones de sus discos más añejos (léase “Por Mirarte” o “Nadie Sale Vivo De Aquí”).
Es cierto que su estadía en España lo había distanciado de nosotros, los sudacas, pero gracias a la insistencia de todos los músicos de BERSUIT y a todos los amigos que lo apoyaron de manera local, no tuvo más que dejarse llevar por el monstruo que fue creando a lo largo de tantos años de melodías bobdyleanas. Está más viejo (“El tiempo pasa...”) y su onda es distinta, tal vez minimalista... pero bienvenidos sean los cambios y la vuelta a la vida de alguien que parecía tener silencio eterno.
Por lo pronto, finalmente, imaginen una despedida bien arriba con un tema que hace poner de pie a todos los que venían aprovechando las sillas del estadio. ¿Por qué se paran? Para cantar, con brazos en alto, nada más y nada menos que “no te preocupes, Paloma / hoy no estoy adentro mío / tu amor es mi enfermedad / soy un envase vacío”. Después, sólo quedaban un par de hits que ya no aportarían nada a lo lindo del momento compartido con CALAMARO.
Y ahora, por favor, no imaginen más, porque El Salmón ya regresó. Regresó un músico que aúna y que está dispuesto a refritar sus clásicos. Regresó el maestro de un estilo muy particular en el pop argentino. Regresó, y esperemos que sea para rato. ¿Te imaginás?
Nacho Girón (Redacción de El Acople)