Blues de fin de año

MIGUEL BOTAFOGO, uno de los maestros del blues argentino, cerró el año con una presentación solvente en el Nd/Ateneo. El término de un 2003 “inmensamente positivo”, según él mismo aclaró, que deja el camino listo para la grabación de su nuevo material discográfico.
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¿Vendrá del cosmos? Puede ser esa la única explicación que solvente su fijación con la temática. Un agradecimiento, un chiste, una canción, y luego algún delirio sobre el cosmos. Nadie lo sabe con certeza, pero sólo de ese reducto inimaginable para la mente humana puede haber salido alguien con tantas habilidades. ¿Sino de dónde? ¿Eh?

Lo cierto es que MIGUEL VILANOVA (alias “BOTAFOGO”, según PAPPO), salió al escenario con varias fijaciones más en su cabeza. No sólo intentar explicar el misterio del cosmos, sino también concluir un año “inmensamente positivo”, como él mismo declaró a EL ACOPLE luego de sudar por dos horas en el Nd/Ateneo. “Me siento muy honrado, porque en un país que tiene tantos grandes guitarristas, que me vengan a ver a mí es realmente algo muy lindo”, dejó en claro mientras la humildad parecía ponerlo colorado.

La historia ya es conocida. Un viejo blusero que, sentado en su pequeña silla, deleita el oído de los presentes a base de zapadas que se entremezclan con canciones ya conocidas. Sin embargo, lo establecido se disipaba gracias a la creatividad siempre inconforme de BOTAFOGO. A lo largo del show, MIGUEL fue añadiendo uno a uno distintos músicos a escena, logrando que el nivel artístico de la velada fuera ascendiendo a ritmo vertiginoso, con una espontaneidad y frescura merecedoras de los aplausos.

Poco a poco, y tema tras tema, la banda se fue completando primero con SERGIO ARIAS (bajo), luego CHESTER CASTELANI (batería), GUSTAVO LOZANO (teclados –se ganó una verdadera ovación por su solo-), OMAR RAMIREZ (teclados) y DANTE MEDINA (saxo). Y si algo demostró BOTAFOGO, fue ser un buen “5” en la cancha: cada canción tenía como protagonista principal a un determinado instrumento, pero tarde o temprano todo recaía sobre el blues-man, que levantaba la cabeza y punteaba con precisión.

Gente va, gente viene
La propuesta fue muy aceptada por todos, y continuó durante el resto del espectáculo. FABRICIO (armónica) y SANTIAGO (trombón) llegaron para hacer, junto con los otros seis músicos, la archi-conocida “Little red rooster”. Después, llegaron nada más y nada menos que SARCOFAGO y ROY (viola y bata, respectivamente) de LOS RATONES PARANOICOS para ponerle música a la improvisación parlante que esbozó BOTAFOGO.

Los invitados iban y venían, subían y bajaban, se quedaban en un rincón y escuchaban atentamente. Las combinaciones de músicos fueron incontables, pero todas dejaban frutos para no olvidar. Como “I want to be loved” (de WILLY DIXON) que contó, como condimento especial para la ocasión, con dos baterías (la segunda: ANDRÉS VILANOVA, de CARAJO, hijo de quien todos iban a ver). Recién cuando promediaba la noche, después de un rock and roll, una mágica zapada que rozó lo folklórico para desembocar en otro blues de WILLY DIXON y del “Blues para Argentina” de BOTAFOGO, llegaron algunas nuevas conjeturas sobre el cosmos.

MIGUEL VILANOVA se despedía de un año glorioso en el que volvió a girar por el mundo con invitados de talla grande. Una vez afuera, mientras se abrazaba con el público que lo esperaba, y firmaba algunos autógrafos, comenta de manera alegre: “El año que viene tiene que salir el nuevo disco que ya empezamos a grabar, y que lo va a producir mi hijo”. Un músico más que se despide del 2003, y que, a pesar del infaltable cansancio físico y mental que todos tienen de vez en cuando, resultó positivo y dejó preparado el terreno para uno todavía mejor.

Nacho Girón (Redacción de El Acople)