Con un nuevo disco que definen como "rockero y protestón", el septeto cuenta su particular y vertiginoso crecimiento, a puro graffiti y doble click.
Txt. Nacho Girón

Especial para Clarín



¿Qué escribe en la pared la tribu de tu calle? Existen altas probabilidades de que la pintura marque cuatro palabras que ya despertaron atracción masiva: Las Pastillas del Abuelo. Nacido con el milenio, el grupo aprovechó el aerosol y la red de redes para extender su mixtura de rock-candombe-chacarera, y de paso demostró que el marketing barrial todavía hace estragos. "Hicimos un estudio de mercado para elegir los lugares adecuados: garpa la proximidad con una avenida, si pasan muchos bondis, la lejanía de los policías y las persianas grandes", especifica el guitarrista Fernando Vecchio, que se sincera: "Aunque nosotros nunca tuvimos problemas, a mí si me pintan la casa los cago a trompadas".

Hasta hace un año, la banda venía transitando una senda de anonimato. Pero de pronto llegó la lluvia de clicks y su éxito digital los llevó a tocar para miles. "Uno de los factores de crecimiento es el boca en boca, que en realidad es un Internet a Internet. Somos producto de Internet y del aerosol", confirma el cantante Pity Fernández. Y cuenta: "Grabé canciones para tenerlas registradas, nuestros amigos empezaron a ponerlas en sus páginas y ahí se disparó todo. Eso hace el trabajo más desprolijo, pero preferimos ese tipo de difusión". ¿El resultado? Récord de descargas virtuales de El sensei, un tema que describe una ronda fumanchera. "No lo tocamos más porque nos excedió: las letras ahora son más comprometidas y ese tema habla del porro".

Aunque ya tengan un segundo disco que adelantan para el Sí! ("más rockero y protestón"), no pueden olvidar aquella noche del '05 en la que presentaron su primer disco: se llenó El Condado y quedaron 200 afuera, así que se decidió suspender el recital. "Fue la culminación de una etapa. Hacíamos todo y creíamos que lo hacíamos bien. Eramos managers, prensa, músicos y apuntábamos a seguir así. Pensábamos que podíamos tocar y a la vez manejar la puerta. Igual, salimos y pedimos disculpas. La gente lo aceptó a pleno".

—¿Se sienten preparados para todo lo que les está pasando?
—Nunca estuvimos preparados: te vas curtiendo con el tiempo. Las cosas vienen tan bien que preferimos tener cautela y saber que de un momento a otro puede venir un golpazo. Ya estamos esperando la pared.